Tinta al oído

Parte de las Obras La extinción o la tierra sin mal y Hay otro lugar

1

Abarcar y poseer, así lo dicta
la pulsión de la era.
La depredación monoteísta avanza,
a su paso extermina y asola.
¿Qué es la revolución?
¿Quién escribirá la historia?
Las naves parten a ocupar la silla vacía.
La búsqueda de la tierra sin mal
es también un retorno al origen.


2

No me fui,
no me estoy yendo.
Vivo en el vuelo de las aves,
en el viento que las eleva
y en la fuerza del agua
eterna y sin prisa.
Permaneceré como la raíz,
aferrada al suelo
en lo profundo de la selva
preservando la luz primitiva.


3

La tierra tiembla.
En su interior brota un fuego
que purifica y fertiliza.
El cuerpo vivo de la tierra
anuncia la defensa.
Algo nuevo surgirá,
crecerá de manera azarosa y arbitraria
y ya nada será como entonces.


4

El río se estremece,
las almas amordazadas irrumpen en un malón
que retorna eternamente.
Una y otra vez reaparecen las voces,
como el viento, inapresables,
como arena que se escurre entre las manos
y como la roca cuando golpea.
Ya no asustan los fantasmas de la historia
-sucia, falsa, hipócrita-
ni las aves que acosan en sus temerarios vuelos
-no son novelas rosas los cuentos que desvelan-.
Como un eco, los aullidos del río
expresan una manifestación anterior
que trae consigo algo que fue quitado.
¿Quién es la cautiva en esta historia?


5
Acaso sea el alma de Buenos Aires de plumaje blanco,
cacareante y de vuelo bajo como su historia.
Aquellas utopías no saben que pronto serán ceniza.
Cartago, Babilonia, Estila la han nombrado.
Rondan los fantasmas de escritores presuntuosos.
El cielo está cargado, su sombra todo lo cubre
y se ha olvidado hasta del nombre.
Siempre mirando afuera picotean puercas razones
que bajo montones de palabras hablan simulando la verdad.
Están acá pero no están del todo.
Es irrefrenable el deseo de ser otros.
Los sueños cochinos pensaron El Dorado,
algunos todavía lo buscan entre los piojos.
El brillo encandila y el calor derrite sus alas.
El fuego y el retorno al origen.
El hambre nunca se fue, la antropofagia tampoco,
el bien y el mal son de todos
-como los muertos, como las palabras-.
Un destino no se escribe sin congoja
pero la épica le queda grande.


Tito Cestona es maestro, artista visual y escritor.

Publicó dos libros de textos e imágenes: La extinción o la tierra sin mal (2019) y Hay otro lugar (2024)

Fue maestro en el distrito 19 hasta 2019. Actualmente es maestro de jóvenes y adultos en la escuela Isauro Arancibia.

Tinta al oído

De la olla al Piquete. Capítulo Ellas

El MTD es un colectivo de lucha. Nace de la angustia de los sin trabajo, al calor de manos femeninas. No sé si disimulo la multiplicidad de su cuna o pongo el acento en una de sus aristas. Lo cierto es que hay muchas mujeres, otrora empleadas, ahora en las filas del Movimiento.

Piqueteras” las llaman los medios masivos. “Compañeras” es el nombre con el que yo la armo. Aunque son un poco de eso, y de lo otro, y de algo más que se escapa. Como se cuela el frío por las paredes livianas de sus viviendas, como se cuela el silencio en los pocos diálogos de los momentos compartidos.

Como un fixture de personalidades, las hay alegres y provocativas, melancólicas y tímidas, cariñosas y parcas. Una palabra las homogeniza: son desempleadas y se les nota en los gestos, en las miradas. Y en sus ropas y posturas.

Son mujeres que eligieron unirse frente a la desocupación y trabajan en sus barrios, para el barrio. Encabezan un piquete invisible, ese que no sale por la televisión. Ese que muchos desconocen mientras otros insisten en desconocer.

Daniela se levanta a la madrugada para trabajar en la Panadería comunitaria del MTD. Nadie la obliga a realizar aquella tarea. Podría acariciar las sábanas hasta más tarde, fichar en el Municipio o simplemente, ir una vez por mes a cobrar su Plan de trabajo.

Daniela no sólo cumple las cuatro horas reglamentarias que asumió por ser una beneficiaria del Plan. Su vida está cruzada por las actividades del Movimiento. Y aún más. Daniela es puente entre vecinos desorientados porque está presente en el barrio para acompañar, para animar, para hacer cualquier tarea que surja… Es una puerta para los que aún están ciegos de tanto esperar la nada. Daniela no cumplió sus 21 años.

Jessica, su hermana, abraza cada una de las palabras que pronuncia. Escucha música que a pocos gusta pero no le importa. Le dicen “Jesi” y ella ríe, siempre radiante.

Mientras tanto, se cruza cotidianamente con gente que ni sospecha que, detrás de ese buzo con capucha, jeans desgastado y 17 años se viste una joven del MTD. Trabaja jornadas completas en muchas actividades. Hornea y sale a vender pan. Jamás se queja cuando hay que llevar la garrafa a recargar. Después, estará dispuesta a dar charlas sobre la organización piquetera. Palabras que brotan pausadas, frases que jamás se amontonan porque van siendo desplegadas de a ratos, de a suspiros. Casi, como si se reencarnaran. Más tarde, como si el tiempo le sobrara, trabaja voluntariamente en Prensa y cede, a menudo, su protagonismo en la participación. En el medio no para de pensar como si tuviera la responsabilidad de más de cuatrocientas voluntades sobre su cabeza. Por eso, analiza cada detalle de cómo proteger a los suyos y cuál es la ruta que ahora les toca atravesar.

En silencio mantiene el dolor de los golpes que le dio la yuta en alguna movilización y minimiza la represión como si de música se tratara. Con tan pocos años encima, tiene en claro para qué vive y por qué luchar. Y si Jesi lo tiene en claro, ninguna crítica musical hará que agache su cabeza ante la melodía que se viene.

María es tal vez un poco más grande o más chica que ella. Habla rápido y en voz baja. Tanto que apenas se le entiende.

Habla de sueños, de vender más productos de las artesanías del MTD, de poder armar otros modelos de velas, de muñecos, de paisajes en su vida. Sabe que, por un tiempo, este será el único trabajo al que pueda aspirar. No lo dice, lo sabe. Y no oculta el orgullo de estar metida en eso.

Silvina trabaja sirviendo mate cocido. Copa de leche es un merendero hacia el barrio y desde un barrio que no tiene más vacas gordas para alimentar a sus pequeños.

Su voz se pone grave cuando menciona que para laburar allí hay que “comprometerse de verdad”. Sabe lo que sucede el día décimo de cada mes, cuando el dinero ya no alcanza para comprar la garrafa. Dice que no se puede quedar mirando a la cara de los gurises y no hacer nada. Propone y duda ante las dificultades, que no son pocas. Y le da vueltas al asunto como si los más de cien merendantes hubieran salido de su propio vientre.

Elvira se dice bruta. “Pero muy bruta”, reitera a cada rato. Trabaja en el área de Prensa del Movimiento aunque no se anima a pasar textos en la computadora. “Eso lo dejo para los más pibes”, recalca.

Insiste de ponerle el pecho a una movilización “jodida” y hay que correrla con dureza para que se haga a un lado. Qué objetarle a madre de nueve críos, hoy abuela, con sus casi sesenta que se planta en la ruta y con la furia de quien puede escribir más de mil palabras. Y las escribe generando espacios: su casa está siempre abierta para inundar el mundo con noticias del MTD.

(…) Daniela y María, Jésica y Cynthia, Elvira y Silvina son piqueteras. Lo son en ese despertar cotidiano, silencioso trabajo, humilde y pacífica manera de cortar otro tipo de ruta.

Escuchá De la olla al Piquete. Capítulo Ellas


De la olla al piquete. Mujeres organizadas del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD)

Sonia Villella

Buenos Aires , Manuel Suárez Editor, 2007

El libro se escribió entre los años 2002 y 2004 y para la autora, forma parte de su tesina de grado de la carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA)

Me llamo Sonia Verónica Villella. Nací en la Ciudad de Buenos Aires el año del Cordobazo, 1969. Concurrí a escuelas públicas, desde el jardín de infantes hasta la universidad. Trabajo como maestra de grado a partir de 1990 y desde entonces me afilié a UTE: tal como me enseñó mi abuelo, organizados somos más fuertes. Titularicé en la Escuela 18 “Juan B. Terán” DE 15 del barrio de Saavedra, donde vivo. Amo concurrir a ella todos las días, desde hace 20 años.
También soy Licenciada en Comunicación (UBA) y De la olla al piquete tuvo mucho que ver con mi graduación. En el año 2002, como muchos y muchas compatriotas, me encontraba prácticamente desocupada, hacía suplencias esporádicas, apenas alcanzaba a mantenernos a mi hijo y a mí mientras cursaba las últimas materias en la facultad. Así, visité a compañeras y compañeros del MTD Almirante Brown y realicé un trabajo de campo con ellos, justamente el movimiento fundado por Darío Santillán, y en el mismo año de su asesinato. Conocerlos me transformó: admiro el compromiso y la fortaleza de esas mujeres, principalmente, para dar la lucha por trabajo digno y por imaginar y construir nuevos vínculos sociales.
Me encanta escribir y confieso que vivo porque escribo: despierta y durmiendo; con las manos cuando puedo, y si no dictando; sola y con otros y otras en talleres literarios. Escribir me gusta sin embargo publicar no siempre sucede. Por eso, creo, tuve el privilegio de participar de varias obras didácticas, pero como buena malvinera la que más me emocionó se llama Malvinas para todos. Memoria, soberanía y democracia, un material distribuido por el Ministerio de Educación Nacional en el año 2013. También escribo cuentos infantiles. En el 2004 una editorial bonita y luminosa, Arupa, editó uno de nombre largo y pegadizo, Historias de bolsillo descosidos, medias rotas y pelusas en las zapatillas. Ese cuento está dedicado “a todos los que confían en la magia de lo imposible”, además de a mi familia y amigas.

Tinta al oído

JOROBADOS

Hace más de cuatro horas que andamos dando vueltas y no encontramos nada. No hay nada. Se está poniendo feo y seguimos así, dando vueltas. Fuimos y venimos un par de veces hasta la canchita y nada. Rastrillamos todo el barrio. Estaban los pibes jugando, los más grandes, pero no encontramos. Ahora se está levantando un viento bárbaro, feo. Hace frío y yo estoy con este buzo.  Está el Jhony también, el Paragua y Uriel. Los mismos de siempre. Al Jhony lo conozco desde el jardín, después estuvimos en la 14 hasta que lo echaron por bardero. Ahí repitió. El paragua vino después, cuando fuimos a la Emem y vino de Paraguay. Hicimos muchas cosas juntos, nos cagábamos de risa siempre, hasta que el papá se rajó. Después, el Paragua empezó a reírse cada vez menos y ahora se pasa los días enojado. Andamos acá, dando estas vueltas. Gastamos el último fasito que pegamos en Pompeya después de reventar unas zapatillas la otra noche y ahora andamos con las manos vacías, metiendo y sacando las manos del pantalón. Vamos a gastar las zapatillas, a hacer una zanja en la tierra. Va a ser cómico, una zanjita por todo el barrio.

Uriel es primo del Jhony. Está haciendo frío y esas nubes cada vez más negras ahí. No sé qué vamos a hacer. Ya buscamos por todos lados, en los tachos de la esquina, en todos lados. Ni una botella, ni un cartón para vender. Uriel es más chico, más guacho.

Ya me está doliendo todo, las tripas, todo. Parece como un apretón que te agarra fuerte, fuerte desde adentro y no te suelta. El Jhony empezó a moquear y dice que si no conseguimos algo va a ir donde el Gordo. Le decimos que no, que con el Gordo no, que  tenemos que aguantar.  El Paragua dice que vayamos con el cura que algo nos van a dar o que volvamos al comedor y pidamos ahí, aunque nos vuelvan a decir que no, que insistamos.

A mí me duele mucho la panza y la cabeza. Pero no digo nada. Me sale abrazar al Jhony y le hago algún chiste para que deje de moquear. Se ríe. Bah… parece, hace fuerza para reírse.

Seguimos caminando y justo cuando íbamos para la parroquia nos cruzamos con el Gordo. El hijo de puta se paró en la esquina a mirarnos, a hacernos gestos. Ponía caras. nosotros ni pelota. Seguimos un poco más apurados, pero seguimos. Chistaba el hijo de puta. El Jhony volvió a decir que teníamos que ir con él, volvió a insistir. Dijo que teníamos que hacer lo que el Gordo quiere. No le respondimos.

Ahora el viento es más fuerte. Sopla más, con más ganas. Hace frío. Seguimos andando un rato más en silencio, mirando el piso hasta que el Jhony no puede más y se larga a llorar.

Escuchá Jorobados


Escritor / Docente invitado:

Carlos Ricciardelli

Nació en el barrio porteño de Parque de los Patricios en el otoño de 1973. Es docente y autor de varios libros de ficciones. Entre ellos se encuentran Piedras contra un vidrio (1998), Las recónditas ganas de quedarme aquí (2014), Fiebre (2020) y la antología de relatos prehistóricos: El quinto elemento (2016).
Clara Beter publicó Rabia en 2022, una colección de cuentos breves y Capitaloceno en 2024. Varios de sus relatos aparecieron en el programa Con voz propia, podcast de literatura.
Suele encontrárselo en las noches caminando por los empedrados de los barrios del sur y fines de semana por medio en la tribuna de Alcorta y Luna, barrio de Las ranas.
Publica periódicamente sus cuentos y poesías en www.riosurbanos.blogspot.com

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