Como suele ocurrir en la evolución de las lenguas, el lenguaje inclusivo es un emergente de una situación social. No puede analizarse sin considerar lo que representa y refleja: la reivindicación de derechos a partir de la perspectiva de género. Las luchas y reclamos que llevan adelante los colectivos de mujeres y LGTBI+ tienen un corolario en el lenguaje. El lenguaje inclusivo, especialmente en los más jóvenes, es la forma de expresar igualdad de géneros, de no excluir a los que históricamente se han dejado afuera de la noción de sujetos. Hoy vemos en el lenguaje inclusivo un motivo de lucha y discusiones ideológicas (algo habitual en las lenguas vivas), pero es muy probable que con el tiempo se vaya a incorporar al habla cotidiana naturalizando algo que hoy nos resulta todavía extraño (o que nos quieren hacer sentir como extraño): que todos somos sujetos con derechos que deben ser respetados y tenidos en cuenta.
La medida del Gobierno de la Ciudad es autoritaria, arbitraria y extemporánea. No hay razones pedagógicas para lanzar una prohibición. Es como si se prohibiera usar el “vos” en clase porque eso retrasaría la comprensión del uso del “tú” a la hora de enseñar las conjugaciones verbales (y todos nos hemos educado estudiando el “tú” mientras usábamos el “vos”). La prohibición solo puede ser entendida desde lo ideológico: lo que se intenta es sentar las bases para negar o despreciar los avances de estos años en derechos de género. Abre una puerta de violencia hacia colectivos históricamente maltratados y perseguidos. No es una pavada lo que hicieron. Es muy grave.
*Escritor y periodista que fundó la revista de cultura V de Vian, fue cofundador y el primer director de la revista de cine El amante, director de la revista literaria La mujer de mi vida y autor de novelas como Lanús, Filo, 1982 y Oscura monótona sangre, con la que ganó el Premio Tusquets en 2009, entre otras. Último libro publicado: «La mejor enemiga» (Vero Rosenthal 4).